Trafic-ando en Madrid

O medidas ante la crisis sin preguntar a un economista.

Estamos hartos de que en televisión nos bombardeen con anuncios de triglicéridos y médicos avisandonos de que el colesterol es como el demonio pero sin cuernos. Pues bien, debe ser que a nadie en el Ayuntamiento se le ha pasado por la cabeza pensar que la movilidad de una ciudad es como su sangre, y al igual que los problemas de circulación sanguínea pueden derivar en muchos otros, lo mismo ocurre con los de circulación de vehículos.

Creo que no tengo que convencer a nadie de que en una ciudad como Madrid en las horas punta (y no tan punta también) se producen atascos. Y quien se haya fijado un poquito verá que casi todos los coches van con un solo ocupante. Intentos como el de bus-vao no han terminado de ser efectivos. Y la idea no es (era) mala, pero ¿por qué ha fallado entonces? Simplemente porque la gente sale desde sitios distintos para llegar a otros diferentes, y no siempre a las mismas horas.

Tampoco los famosos parquímetros han mejorado la situación ni en la circulación ni en el aparcamiento. Teoricamente, estas regulaciones nos llevarían a que la gente dejase su coche en casa  para no pagar aparcamiento. Pero lo que ocurre es que da más vueltas o aparca más lejos. ¿Por qué? Porque no tienen un medio de transporte para llegar, o tardarían 3 veces más en hacerlo.

Entonces, ¿qué hacer? Dos parecen ser las prioridades, muy relacionadas entre sí:

  1. Mejorar los aparcamientos 
  2. Mejorar el transporte público

1. Aparcamientos

Hace poco leí que el 30% de los desplazamientos en una ciudad eran para buscar aparcamiento. Esto supone que si la gente aparcase en la puerta de su trabajo o casa, reduciríamos una barbaridad la congestión. ¿Es posible hacerlo?

En una gran ciudad como es Madrid, aumentar el número de plazas de aparcamiento no parece fácil. La calle ya está ocupada y en las zonas de mayor uso veo difícil que se puedan hacer muchos proyectos de aparcamientos subterráneos. Además, aparcar es caro: piensa en las dimensiones de tu coche, calcula los metros cuadrados que ocupa, multiplicalos por el precio del metro cuadrado y ¡tachán! Una pasta.

La única opción viable es hacer aparcamientos disuasorios, a las afueras de la ciudad, en estaciones de cercanías o autobuses, para que luego la gente acceda en ese transporte público a la ciudad (entendiendo que el acceso a estos puntos en otros medios de transporte público no es viable). Lo que nos lleva al punto 2

2. Transporte Público

Empecemos por tener clara una cosa: no todos los servicios públicos son transporte público. No sé jurídidacamente, ni me importa, pero un taxi no lo es. ¿Qué diferencia hay entre un taxi y que yo esté todo el día llevando a mi padre al trabajo, a mi madre a un recado, a mi hermana a esto y a mi amigo a aquello? Ninguna. No digo que, como se dice de Nueva York, quitando los taxis se quite el tráfico, pero sí que están más cerca del problema que de la solución.

Tampoco medidas como la del uso de bicicletas de Barcelona es aplicable a una ciudad como Madrid. Aunque se puede trabajar en esa idea. 

Vamos a buscar un buen sistema de transporte público, para ello, debe cumplir varios requisítos:

  • Precio: si la gente no lo puede pagar, no montara.
  • Duración: si la gente tarda mucho más, no lo usará.
  • Comodidad: especialmente cuando los trayectos son largos. Nadie quiere ir media hora de pie con la nariz en el sobaco del vecino.

Como hacer una línea metro es muy caro, en esta época de crisis yo volcaría mis esfuerzos en los autobuses. Y aquí es donde entra el tema económico, como si fuera una rueda:

  • Más inversión en autobuses nos llevaría a más puestos de trabajo (construcción y mantenimiento del vehículo y conductores), a más usuarios y a menor tráfico. [No se trata solo de ponerlos, también cuenta donde y cómo]
  • Al tener más usuarios se dispondría de mejor viabilidad económica para aumentar y mejorar la flota (introduciendo, por ejemplo, vehículos más rápidos, más cómodos o menos contaminantes)
  • Al tener menos tráfico se aumentaría la velocidad comercial, y por tanto, los usuarios llegarían antes a su trabajo/casa.
  • A menor tiempo de trayecto, mejor imagen del servicio, con lo que se tendría más usuarios

Esta rueda podría ser eterna, pero tiene límites, ya que no se puede aumentar eternamente la velocidad comercial, y casi tampoco se podría con el intervalo entre vehículos. Pero lo más importante es que, al tener el usuario que gastar menos tiempo en su desplazamiento, podrá usarlo en otras cosas. Y esas cosas serían ocio. ¿De donde sacaría el dinero para ese ocio? De lo que no se gasta en gasolina (podemos pensar en 200-300 euros al mes sin problemas, como media). Y como no es lo mismo pagar a las mismas 2-3 compañías que a muchos y diferentes negocios (yo al cine, tu te compras un libro, el otro se va de cañas, el de más allá se compra ropa… ) la economía global se vería beneficiada.

Así que ya sabes, si quieres poder pagarte los triglicéridos, monta en autobús. O mejor, anda, y gastatelo en otras cosas.


Crack?

¿Ha llegado el crack inmobiliario?

Pues es difícil decirlo con rotundidad, pero sí es cierto que esto ya no es lo que era. Hoy se abre el SIMA con las peores cifras de los últimos años. Ayer elpaís sacaba un reportaje sobre el pueblo fantasma en el que se ha convertido Seseña «gracias» al grandioso proyecto que El Pocero quería realizar allí y que probablemente no se pueda acabar. Y hace poco salían unos datos que reflejaban que los créditos han disminuido.

¿Es esto un crack?

Probablemente. Y ojalá. Sinceramente, no me dan ninguna lástima todas esas personas que han inflado el mercado inmobiliario sólo para invertir. Al que le sobre el dinero, que pida un fondo de inversión o que vaya a la bolsa o al casino. Pero una casa es para VIVIR!!

Y sí, es cierto que muchas familias que se han comprado un piso (para vivir) en esta época también van a pagar los platos rotos. Y a esos habrá que ayudarles. Pero a los especuladores (los grandes y los pequeños, que también son muchos) ni agua.


Barcelona

He pasado este fin de semana en Barcelona. Ha sido la primera vez que estaba allí, y por lo tanto, la primera vez que descubría el encanto de esa ciudad.

Hace tiempo comenté que si no viviese en Madrid seguramente viviría en Barcelona. Y este fin de semana, aún a pesar de todas esas maravillosas ciudades que me quedan por conocer, me ha reafirmado en esa teoría.

La ciudad, a mi modo de ver, es una mezcla entre las ciudades costeras y Madrid. Y me encanta esa comunión de arquitectura, paisajes y ordenación urbanística. Probablemente coge lo mejor de cada una.

Pero más allá de la belleza urbanísitca o arquitectónica, me quedo con un par de datos, dificilmente extrapolables a la capital, pero que sí podrían ayudarnos. Como  proyecto de urbanita que soy, me interesa mucho la movilidad en una ciudad. Madrid ahora mismo es como una vena con colesterol, donde los coches en doble fila se adhieren a las venas y obstruyen el paso de la circulación. Por contra, en Barcelona toman mucho triglicerido en forma de Vespa. Y más allá de eso, una cultura (impulsada y apoyada por el Ayto.) de montar en bici (alquiler de una por 24 euros al año, más información en bicing) y de montar en patines hace que el Omega 3 limpie todas nuestras arterias.

Es cierto que la orografía madrileña no facilita el transporte en bici o patines (demasiadas cuestas en determinados sitios) pero ello no debe obviar el mérito de la iniciativa catalana. Es más, en prácticamente toda la ciudad es posible circular por un carril bici. Kilómetros y kilómetros de preferencia para moverse. Y eso es un lujo.

Madrid debería aprender. Quizá el éxito no fuese el mismo… pero hay que intentarlo (el servicio de bicis lleva más de millones de usos) . Y lo que sí es posible, es fomentar la cultura de la Vespa (lease como «moto pequeña»). Eso es hacer política responsable, comprometida, eficiente y no gastarse millones en túneles, como nuestro querido y excluido Gallardón. (Frase en honor a mi querido compañero Pablo Mendoza)